Este cuadro tiene una atracción seductora que proviene de una cualidad taciturna y, a la vez, extrovertida y por la manera en que la aplicación casi agresiva del color contrasta con las rayadas tentativas de la pintura en todos sus precisos y potentes matices.

Como artista me interesa el proceso, reconozco la fuerte atracción de la pintura, cómo puede aplastar la mente con sus olores y sus colores. El olor de los aceites y de los diferentes perfumes de cada color que se utiliza en el cuadro crean un encuentro con las sustancias que no está velado en la ciencia. El olor es un diálogo tácito que en gran medida no está reconocido. En este cuadro el olor habla en silencio.

El cuadro utiliza colores jugosos que empujan y tiran. El ojo se ve a menudo atrapado en un callejón sin salida. ¿Miramos hacia el espacio ilimitado e infinito, o miramos compartimentos herméticos de los que nada puede escapar? ¿Podemos hacer ambas cosas al mismo tiempo?

Hay un enfoque involucrado y táctil en la realización de este trabajo, con sus implicaciones de una liberación catártica y una intensidad metafísica. Juntos, generan una imagen que en última instancia funciona como una investigación sobre lo sublime.

Sinéad Ní Mhaonaigh