Nico MUNUERA
whitemist XXVII
DIMENSIONES: 60 x 90 cm
TÉCNICA: acrílico sobre tela
Desperté… o eso creí. La desorientación era mayúscula. No me dolía nada. Tampoco recordaba haber bebido la noche anterior, si es que ahora era de día. Por no recordar ni sabía en qué ciudad me encontraba. La poca luz que entraba por la puerta me dejaba ver alguna silueta en la habitación pero por más que abría los ojos no lograba adivinar de qué objetos se trataba. Intenté palpar a mi alrededor buscando no sé exactamente qué pero tampoco encontré nada a que asirme. Mojé mis labios con mi lengua, o al menos eso imaginé ya que no percibí nada. Empecé a sentirme muy lejos… ¿Pero de dónde? El silencio era tan hondo que perforaba mis oídos. Estaba asustado, eso sí era cierto.
Furtivamente, una cautelosa cuchilla de aire atravesó mi nariz y derramó mi cerebro.
Volví a despertar. Cogí un lápiz y comencé a unir garabatos. Estaba claro. No estaba en el balsámico Oporto, como aquella vez. Tampoco había vuelto a perder la cabeza por alguna mujer que se deslizaba a través de la vainilla, como tantas otras veces. Era sencillamente mi madre horneando, como cada fin de semana, su embriagadora fuente de rojos pimientos que se escabullían por rendijas de puertas y ventanas hasta el portal donde jugábamos.
No sé cómo pude llegar hasta allí, ya que no existe ese lugar ni ese tiempo, pero supe, por un instante, que era sábado por la tarde y estaba en la casa donde crecí.
Nico Munuera