Abraham LACALLE
el oso
DIMENSIONES: 150 x 150 cm
TÉCNICA: óleo sobre lino
«Toda lámpara es una planta, el perfume es la luz». Victor Hugo.
De alguna forma en los cuadros se presenta una idea límite o se pretende llegar a la coronación de lo que uno, en su conocimiento de la historia, ha hecho suyo.
Borges dictaminó una unidad en la poesía: «Todos los poemas del presente, del pasado y del porvenir, son episodios o fragmentos de un sólo poema infinito…»
Coleridge en una nota decía: «Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño y le dieran mano… ¿entonces, qué?». Esta idea tiene la unidad de una meta. En la pintura no hay acto que no sea coronación de una serie de efectos e intenciones. La flor de Coleridge evoca esta idea casi panteísta del arte. El único y verdadero recuerdo que tendríamos, si esa flor hubiera estado en nuestra mano, sería el de su aroma.
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El cuadro del oso lo hice pensando en la melancolía, y con un poco de ironía recordé la historia que contaba Grandville sobre Lord Byron… Compró un oso intelectual que vivía en soledad en las montañas, éste vivió junto a Lord B una intensa vida centrada en al poesía y la naturaleza. Con el tiempo, cansado de la soledad y poesía, el oso escapó y se hizo un buen marido y un buen padre.
Básicamente la melancolía, como cualquier tema que utilizo o descubro, es como el aroma de la flor de Coleridge. Es una imaginación que tiene la unidad y la integridad de un fin.
Hay algo en los olores que subsiste. Se asocia de una forma caprichosa y sorprendente a las imágenes, a las sensaciones.
Abraham Lacalle
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