Adam FUSS
s/t
DIMENSIONES: 96 x 67 cm
TÉCNICA: impresión en gelatina de plata
EDICIÓN: única
La subjetivación del olfato y su intento de rebelión, o una meditación sobre los sentidos.
El olfato presenta una duplicidad que requiere una detenida consideración. Las sensaciones proporcionan a los seres vivos, a escala químicosensorial, el conocimiento universal en estado puro. Las sensaciones en estado puro para mi presentan un interés menor. No porque la pureza no sea importante, sino porque no conlleva el romanticismo del ego humano. El olfato dejaría de ser engañoso –o muy interesante- si fuera una inmaculada concepción jamás corrompida por nuestras experiencias.
Los humanos adolecen de un desajuste que resulta del intento de definir la “individualidad” de forma aislada del todo universal; es lo que se conoce como el cultivo del ego. Así, tenemos un modo reduccionista de entender las sensaciones. Nuestra experiencia del conocimiento universal pasa a través de una serie de lentes “subjetivadoras”. Dichas lentes actúan como filtros, que contribuyen a ocultar la vergüenza a la que nos enfrentamos en nuestro esfuerzo por alcanzar el anonimato; a menudo desdibujan los contornos y nos confunden para perpetuar nuestra disfunción y hacernos dependientes de la búsqueda. La alianza con el ego se forja para que podamos sufrir. Los sentidos dependen de nosotros para comunicarse y poder existir.
La doblez de los sentidos se revela cuando algo que es esencia pura como el olfato empieza a ser manipulado y controlado por nuestra individualidad, y de repente se rebela de forma aleatoria.
No hace mucho tiempo, el olfato intentó rebelarse contra mí. Era un día como otro cualquiera. Yo estaba adecuadamente presente. Una apropiada indicación del olfato ayudó a mi zapato a evitar una caca de perro que había en la acera. Pasó una mujer que llevaba un perfume. Bruscamente me vi arrancado de aquel lugar para hallarme en una experiencia sexual vivida hace ¿más de 20 años? Cuando digo arrancado, me refiero a que literalmente tenía el sabor de su carne en la boca, la sentía sudando contra mí. ¿Por qué ese recuerdo sexual? ¿Por qué ese olor? ¿Debía buscar a esa persona? ¿Me estará golpeando el destino en la nariz? ¿Habría tenido que seguir a la mujer del perfume? ¿Debía acostarme con ella?
El olfato se rebeló durante una fracción de segundo y yo sufría intensamente. Cualquiera se habría sentido embargado involuntariamente por la misma nostalgia.
La estrategia de rebelión del olfato consiste en utilizar contra nosotros los desajustes de los recuerdos. Sin embargo, paradójicamente, la estrategia consigue poner al descubierto el cautiverio de los sentidos más que causar liberación alguna. Incluso el mismo instante del desafío depende de la existencia de nuestras experiencias. El olfato no puede escapar al “yo” que hay en nosotros, al igual que nosotros somos incapaces de sustraernos a su deseo de liberarse del propósito que le prestamos. Asociamos sufrimiento y olor para poder sufrir nosotros.
Hasta que no lo manipulamos para nuestros propios fines, el olfato es un mero fenómeno químicosensorial, un “sin-sentido”.
Nuestra principal razón para subjetivar el olor es que pueda servir para fines industriales o utilitarios. En algunas ocasiones, lo esclavizamos para permitirnos un gusto o para seducir (lo que a fin de cuentas serían fines utilitarios también). Pero nunca nos interesamos realmente por lo que sería el olor sin nosotros.
No puedo culpar al olfato por su intento de resistirse a la mecanización de su esencia, como tampoco me puedo culpar por resistirme a la ausencia de “yo”. Ello implicaría romper mi alianza con el sufrimiento.
Acepto que de vez en cuando, en el momento menos indicado, el olfato pueda provocar mis recuerdos sacándolos de su sopor. Tengo la seguridad de que este golpe de estado no hará sino afianzar la alianza entre mis experiencias y mis recuerdos. El olfato siempre tendrá necesidad de comunicarse a través de nosotros; por lo tanto nunca será realmente capaz de liberarse. Esta dependencia es la condición idónea para que el ego humano siga subjetivando los sentidos.
La duplicidad de esta relación en última instancia impide mi acceso al verdadero centro consciente del ser, el conocimiento universal. Pero esta barrera tiene la virtud de perpetuar la condición de mi sufrimiento. Es una búsqueda romántica que se pone al ser.
Exposiciones
Abril – Mayo 2011- arte esencial