Los objetos, se desprenden de su anterior vida y función para, una vez alineados, amontonados, entrar en un nuevo fraseo donde su significado y resonancia se ve afectado por aquello que se le superpone o por aquello  a lo que es superpuesto. Pura sinestesia.

Así, sobre un tocón de madera cepillada, sin curar, se erigen una combinación de palabras y cosas, cada una de mundos y atributos bien diferentes: martillos, una goma elástica, lata de cerveza, cabezas y capuchones de barro sin cocer y un poco de blue-tac. Cabría pensar en una fuerza sinestésica que activaría diferentes ritmos, resonancias. El olor de las viejas herramientas y la madera seca, labores y cerveza derramada. Pero también el barro sin cocer sobre la textura de una lata de aluminio y el blue-tac. Cada palabra, cada cosa, transfiriendo propiedades e imágenes, reconstruyendo otro tiempo u otro lugar- una serendipia, una epifanía-, en una sinestésica alineación de palabras, en un conjuro que demanda tiempo para resolverse a sí mismo, y distracción, claro.

Diego Delas