El preguntarme si tengo una visión de la vida «sin olor» es algo nuevo para mí. Quién sabe… En lo que a mí respecta soy una observadora fanática, siempre relacionando lo que veo en la realidad exterior con mi percepción interior. Pero de nuevo, esto podría haber sido lo mismo si mi sentido del olfato estuviera intacto.

Tengo cierta percepción sobre el olor pero mi mente no lo conecta con significado alguno. Podría decirse que soy una «ciega de las fragancias» como si éstas fueran colores. No puedo diferenciar la comida de las flores, el café o una col. A veces es frustrante pero comparado con perder algún otro sentido, elijo este. El no saber lo que me pierdo, siempre ha sido así, sí que es una fácil elección.

El color del barro: una sopa primigenia y grisácea. Hundiendo tus pies como si quisiera atraparte. Cada pesado paso libera un vapor denso de espigas de trigo en descomposición, terroso, acogedor.

La percepción de que las dos niñas están aisladas del mundo exterior es correcta. La razón de ello se la dejo a la imaginación del espectador para que invente su propia historia alrededor de esta imagen.

Ellen Kooi