Cuando presenté la exposición «Nada que ganar» en la Galería Max Estrella se presentó la oportunidad de «quemar» la librería de mi galerista. La tentación de quemar sus catálogos y libros de arte era demasiado fuerte y con su complicidad, conseguimos hacer arder, ver arder, la documentación de la galería.

Ocurrió entonces algo sorprendente: algunos espectadores al ver y oír las llamas delante de sus ojos, creían también oler el papel quemado. El olfato es el sentido más fácil de controlar y el olor del fuego uno de los que todos recordamos con más fuerza.

Los futuristas creían que la creación artística se debe empezar con los dedos tiznados de ceniza y personalmente, creo en lo intangible del conocimiento y veo una librería como un lugar casi vivo, que crece y cambia. En su propia combustión el libro libera energía y produce luz y calor. Esta transformación es el proceso fundamental de la Naturaleza.

A veces pienso en el lastre de todos esos tomos amontonados en nuestras cabezas y en nuestras bibliotecas e imagino las cenizas de esos libros aventadas y flotando libremente en el espació…

Eugenio Ampudia