Jugando con los silencios deslizamos imágenes de olvidados olores en el visor de nuestra cámara. Fragmentos de vídeo nos acercan a la memoria olfativa como frágil testigo convertido en ventanas, con frecuencia hermosas.

Ese silencio es el olor de la bruma, esencia de la tierra horadada, una naturaleza primitiva que yace como un paisaje saturado de sabores silenciosos.

En silencio nos deslizamos para encontrar un final feliz. ¿Cómo vamos a retener los colores de los que están hechos los olores a bruma, a tierra antigua, cuando las cañas y árboles son diferentes, pero parecidos?

Almalé Bondía