Kurt Schwitters tituló DIE HERBSTZEITLOSE (más o menos los que no tienen otoño) una escultura realizada entre 1926 y 1929. Al utilizar este enunciado en mi pieza he pretendido mantener ese melancólico aroma, esa sensación de algo desaparecido. Las cosas pintadas aluden siempre a lo que dejó de ser y de ahí que desprendan un incuestionable olor a ausencias y evoquen lo perdido.

Pero al apropiarnos de títulos ajenos también nos adueñamos de la historia concreta y las circunstancias que rodearon al otro, y de ahí que mi pieza en concreto no sólo referencie, mediante las variantes cromáticas y los quiebros forzados de las distintas secciones que comprende la instalación de la obra, la estimulante catarsis con que las vanguardias históricas idearon fulminar las convenciones que gobiernan el mundo, sino que trata también de evocar las dolorosas circunstancias personales de Schwitters cuando, hostigado por los nazis, acabó refugiándose en la isla noruega de Hjertöya en la que sobrevivió, alejado de su familia, pintando paisajes para vender a los turistas.
José María Baez