Luis GORDILLO

dinámico y sedimentaciones

  • AÑO: 2000
    DIMENSIONES: 172,5 x 100 cm
    TÉCNICA: acrílico sobre tela
  • ninfeas sintéticas
    clónicas
    oxidadas
    plastificadas
    esterilizadas
    disecadas
    virtuales
    metálicas

    ninfeas antimonetianas

    Luís Gordillo

  • Exposiciones

    - esencias5
    - arte esencial
    - SINESTESIA. colección olorVISUAL
  • s/t (olores y perfumes)

  • AÑO: 1988
    DIMENSIONES: 100 x 81 cm
    TÉCNICA: óleo sobre tela
  • Nunca he comprendido por qué la gama de los perfumes que hay en el mercado insiste repetidamente en la misma sensación: la de lo agradable. Lo agradable, lo placentero, lo lujoso, lo sedoso, lo embrujoso, lo «orientaloso»…, todo nos lleva a la noche de abandono y pasión, a los delirios y «revieres» de una adolescente en un internado de monjas.

    Imagínese por un momento que pasa un señor por su lado y huele intensamente a campo recién llovido; o que pasa una dama ya entrada en años y huele a césped recién cortado; o que pasa una joven, apenas abandonada la adolescencia, y deja un intenso rastro de olor de tinta, de la de los antiguos colegios. Hay ahí un campo extensísimo, casi infinito, de perfumes que proponer a los fabricantes y comerciantes.

    Siempre he pensado que los perfumes al uso son cursis, repetitivos, monótonos: cualquier mujer perfumada huele sólo… a perfume. No hay corte, ni violencia, ni aventura. No hay una ruptura con la realidad por la que hundirse y enloquecer en la búsqueda de lo «otro». Y ¡es tan fácil! Basta con oler la vida y envasarla.

    Me dirán que debe distinguirse entre olores y perfumes. Yo propondría, no obstante, que igual que en la pintura, la literatura, etc. -gran parte de cuyo desarrollo histórico consiste en asimilar aspectos triviales y cotidiano y convertirlos en hermosos -, en el ámbito de los perfumes se trataría de elevar los olores al rango de perfumes.

    No sólo tendríamos el olor a campo recién llovido o a hierba recién cortada o a tinta de antiguo colegio, sino que habría también el olor a serrería, a hojas de chopo corrompiéndose a orillas del río, a crustáceos, a ropa vieja celosamente guardada, a misa, a libro recién comprado, a pintura al óleo, a aguarrás, a humos invernales de aldeas perdidas, etc., etc., mil etcéteras.

    ¡Hay tantos olores!

    Y si vamos más allá, ni nos hundimos en la realidad, encontraremos olores más duros, más comprometidos, como drogas prohibidas, que quizás sólo son exhibibles en situaciones excepcionales.

    Los creadores de perfumes deberían rastrear el campo infinito de la realidad y, todavía más, aventurarse en el terreno del mal.

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