Día soleado de verano. 25 grados. Un jardín enmarcado por una fachada sin edificio me permite concebir el espacio exterior de mi residencia artística como un lugar expositivo. La experiencia espectador-cuadro surge de manera casual fuera del contexto expositivo convencional. Una ventana sin cristal actúa como un cuadro vivo frente a mis ojos. La imagen que veo no es una ilusión, la ilusión es mi presencia. Según teorías de la Física, por el mero hecho de observar algo ya lo estamos modificando. Mi percepción del espacio altera su estado de realidad. El vacío del cristal roto y el volumen que encierra la imagen trasladan el aire y el olor, que al igual que nuestra mirada, pueden expandirse más allá de la superficie.

Almudena Lobera