El olor del pino, radiante desorden que multiplica los pinares y expande la costa, es una grandiosa vibración de la madera y del pigmento; pero el impulso visionario de los vegetales se estampa en un cuerpo sólido: la resina, incisión del pino o producto industrial. El olor volador del pino desestabiliza el tronco y desmiente el silencio terrestre, hasta que cuaja entre capas de resina mil veces translúcida: la resina impone silencio a la madera y el verde, pero guarda la inmortalidad. El olor del pino, debilidad de la raíz, y el hervor incitativo y ardiente de las agujas verdes, náufragos en un instante viscoso: la resina constructora de realidades balsámicas densas y de superficies esmeriladas.

Xesca Ensenyat