Cuando me encargaron este cuadro me hablaron, más que del perfume, de los elementos del perfumista; o sea, me llevaron al estudio los objetos, frascos, filtros y botellas de diferentes formatos, para que hiciera una naturaleza muerta con todos esos modelos.

Mis cuadros suelen ser, en principio, una distribución-ordenación casi geométrica de los objetos en una superficie plana, una compensación de espacios, como el bastidor del cuadro; los olores, tenues, transparentes, delicados, sin estridencias jugando con unos tonos poco definidos y con armonía. Hay que señalar también que procuro decir las cosas de forma poética y al mismo tiempo, con ironía.

En esta pintura, y aparte de todo lo que he mencionado antes, podemos ver otras cosas, como por ejemplo, un recuadro en primer término que representa una planta de donde se extrae la esencia base de los perfumes; en la parte superior también se observan unas hojas de un color verde tierno para dar la sensación de frescor y, a mano derecha, otro recuadro con una fórmula mágica para elaborar un agua de colonia que nos dará la primera vaharada de frescura y, por la noche, el perfume para seducir. Además de los frascos, uno de ellos con esencia de espliego, se ve una botella de agua de colonia «Maderas de Oriente», evocación de los años treinta, de mi infancia y del estilo cubista.

Todo ello envuelto por una atmósfera dorada que le da cariz del tiempo, el tiempo necesario para la paciente elaboración del perfume.

Barcelona, sábado 23 de mayo del 1987

Todó