Pedro G. ROMERO
auto (de fe) biografía (mascletà nº 1)
DIMENSIONES: 60 X 90 cm
TÉCNICA: fotocollage, vídeo, cassete
EDICIÓN: pieza única
Si todas las cosas se volvieran humo, las narices las distinguirán.
Heráclito.
Las cosas se distinguen por su olor. Es una respuesta clásica cuando se trata de resolver la polémica de la «pictura ut poesis». El olor hace que sean reales. El artificio no es otra cosa que un mecanismo a la búsqueda de ese olor. El trampantojo funciona cuando despierta la nariz.
El amor, el amor cortés, nace de ese mismo debate. Mientras la pintura y la poesía quieren poseer la realidad, ese fantasma erótico, la presencia real del olor de la amada o del amado, se realza precisamente con su ausencia. Soluciones de la estética renacentista para fundar el barroco: es el amor quién mueve la realidad, debemos pues «matrimoniar» las artes: música y poesía, dibujo y poética, etc.
Cuando me propuse tomar las mascletás como modelo narrativo para hacer balance, autobiografía, repaso de las cosas que había estado haciendo en el mundo, operaciones artísticas, vivencias y demás, sabía que debía sumar todo tipo de informaciones documentales: textos, fotografías, sonidos, vídeos, etc. Faltaba la experiencia directa.
Yo he vistos las mascletás retransmitidas por televisión, comentadas por la radio, en tiempo real a través de Internet, representaciones todas en las que faltaba la sensación del olor, un intenso olor a pólvora.
Algunas veces, recordando el estruendoso ruido de las mascletás vuelve el olor a pólvora.
De la misma manera que el amor cortés fue sublimado como «olor» por la poesía de Cavalcanti, aquellos matrimonios barrocos lo renovaban a base de sumar energías: en los largos romances, encabalgado entre la suma infinita de versos, aparecía, por un momento, recuerdo y olfato de la amada. Incluso como caricatura: peste del amor.
Una sinestesia causada por el vértigo de los sentidos, por la suma despiadada de rimas musicales, las aliteraciones, los juegos verbales, el retruécano de los conceptos. La sinestesia parece la explicación que dan críticos y científicos a ese rapto de olor que sufre el cuerpo del lector, dato pragmático del triunfo del poema.
Modestamente, del mismo modo debía de operar la representación que yo pergeñaba, la acumulación de imágenes, citas, datos, fotografías, signos, vídeos, cassetes, sonidos, textos, colores, formas, ideas, asociaciones, juegos, debían de desencadenar en un momento el olor de la pólvora, el aroma de la infancia. Se trataba de eso, de proponer una estancia, un laboratorio en el que el espectador pudiera imbuirse, conocer y arrastrado por el conocimiento despertar en él un olor -de su vida, de su mundo -provocando por como se asocian en las piezas fragmentos de una biografía, trabajos de las obras de arte, lecturas de la vida. El olor a pólvora de la infancia.
Pedro G. Romero.
Exposiciones
Julio - Septiembre 2015- SINESTESIA. colección olorVISUAL